jueves, 1 de septiembre de 2011

La noche ha caído, en silencio mi eterno tormento, vengo a tus brazos de cuyas venas la sangre es mi consuelo, tu
pasión mi dolor, las estrellas brillan con fulgor de tiempos distantes, suspendidas en la atmósfera del amargura,
evocando días de sol y risas, de fuentes de agua en la alegría de cuya dulzura sólo queda el recuerdo remoto,¿cómo
buscar la luz encendida muchos años atrás?, busco en los desiertos las sombras de rosas y bosques, no queda más que
el olor tenue del moribundo alcatraz, la luna llena brilla sobre estos valles, mi hogar, mi refugio de nadie, tu
voz se pierde en el firmamento, como lejano pensamiento atravesando la insana, locura la mía por imaginar que con
voz y boca, cuerpo de doncella carácter de dragón, ojos de serpiente pasión de León, permíteme perderme en
remolinos cada vez más violentos, en instantes que nazcan, crezcan y mueran en fragmentos de segundos más lentos
medibles en   gigantescos metros de una inagotable medida, la cual abarca todo el espacio, todo el tiempo, tan
grande como el milímetro, tan pequeño como el universo, tan tranquilizante como el suspenso, tan molesto como el
consuelo, tan apreciado como el odio, tan molesto como aquel nefasto sentimiento que siempre me atrae a tus brazos
por el único muerto que le guardó duelo, a mí mismo, mi pensión mi dolor, mi desenlace tu amor, mi horror tu
pasión, tu nombre, tú...

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