lunes, 24 de junio de 2019

TRANQUILITY SHORE 3


03
Las calles de la ciudad son las mismas, en la ciudad y en la boca del infierno, he salido del callejón viejo de Martin Street y entro a Howard Street, las casas están abandonadas, solas, no escucho ningún ruido, no hay nadie en las calles, los carros permanecen aparcados donde siempre, llenándose de humedad por la neblina, mientras recorro la ciudad, no hay nada, no hay ruidos, solo un silencio perturbador, algún anuncio de la licorera se mueve por el viento, pero no hay ruidos, avanzo lo más rápido que puedo, mientras lo hago noto algo, en las esquinas donde permanecen los contenedores para basura, hay muchas bolsas de plástico, son grandes, son enormes, parecen traer cadáveres, manchones de sangre hay por todos lados, como si los hubiesen bajado de algún carro o algo y los apilaron a lo tonto, aquello no me lo creo, pero lo peor está por venir, un ruido al fin, un ruido conocido, el sonido de un camión, el cual entra por una calle aledaña y se coloca frente a los contenedores, un grupo de hombres bajan del camión y empiezan a subir los cadáveres, es un camión de basura, tratan los cadáveres como si fuesen basura, me acerco y les saludo;
-pero uno de los hombres saca un arma, un rifle y me apunta sin chistar, los otros continúan con su trabajo, tras recoger los cadáveres el camión de basura prende y se marchan, dejándome de nuevo en la soledad, regresa a reinar el silencio, ignoro aquello y sigo mi marcha, lo pienso detenidamente, tal vez hubo una gran plaga, las bolsas de cadáveres son las víctimas de la enfermedad, pero no tiene sentido el hombre del sombrero, la llamada del cura, sigo de regreso a mi travesía, paso por los comercios, algunos están clausurados, símbolos de peligro biológico, pero no hay pistas de nada, por fin veo la plaza, avanzo más deprisa, escucho a la cercanía pasos, acelero, espero a esos niños mutantes, pero lo pasos se acrecientan, no son uno, son una multitud, me giro y preparo la tubería, pero veo una enorme negrura pasar sobre mí, me protejo, pasa rápido, me descubro, no hay nada, no hay nadie, miro frente a mí una persiana de un local cerrado, alguien escribió en la persiana metálica con sangre;
“no deberías estar leyendo esto”
sigo mi camino, mientras avanzo lo escucho, el sonido, el radio del celular se ha prendido, capta esos ruidos extraños y nefastos, pero sigo sin entender que es lo que capta o que lo hare reaccionar a si, pienso en el hombre del sombrero, acelero el paso, cada vez suena más, cada vez más fuerte, me estoy acercando a la fuente del sonido, llego a la entrada de la iglesia, no hay nadie, no hay nada, me acerco a la puerta y toco, escucho pasos a mi alrededor, observo a mis espaldas, aquellos debían ser los niños, pequeños seres descarnados, chorreantes de baba y dejando huellas sanguinolentas, lanzan un horrible sonido gutural abriendo sus fauces, aprieto la tubería, la alzo y ataco a uno de aquellos seres, son lentos, torpes y estúpidos, pero sus garras son mortíferas, apenas puedo esquivar uno que otro de sus lances, el sacerdote abre la puerta;
-¡entre rápido!
corro lo más deprisa, entro a la iglesia y alguien cierra la puerta, caigo de pecho, esto me saca el aire, estoy en la oscuridad, saco el celular y prendo la linterna, estoy en un lugar muy oscuro, es una gran bóveda, es el interior de la iglesia, las butacas están vacías, el polvo lo cubre todo, las ventanas muestran los viejos vitrales enseñando escenas sacras, pero no veo al cura, trato de llamarle, pero no hay señal, las puertas están cerradas, todas menos una, la que lleva a una escalera, sin más bajo temiendo lo peor, la escalera es larga, tardo rato bajando y bajando, los muros parece que han cambiado de color, parecen rojos, parecen sangre, por fin bajo de aquella escalera, una nueva puerta me espera, la abro con miedo, adentro no hay nada que pueda hacerme daño, el celular no suena, pero es igual de perturbador, en el sótano hay máquinas de tortura, en cada potro hay cadáveres de mujeres clavadas, con las pesas y las estacas filosas sus cuerpos fueron atravesados, las mujeres sufrieron bastante, en el rostro llevan pequeñas bolsas parecidas a costales, no podría decir de que murieron exactamente, si por asfixia o desangradas por las heridas terribles de los potros, me alejo lo más posible, en una cama de clavos permanece una persona aplastada contra otra plataforma de clavos, retrocedo, no quiero acercarme a los cadáveres, en una mesa, llena de utensilios extraños y perturbadores hay una libreta antigua, tiene extrañas anotaciones, pero son las ultimas paginas las más peculiares, una de las anotaciones me llama la atención y leo;
“hemos torturado a las brujas, una de ellas, la más joven probablemente sea inocente de toda culpa, mea culpa, pero ha sido una tarde fructífera, una de ellas si era una bruja, acepto haber hecho invocaciones, ¿a quién?, ha invocado el nombre de Daemus, no conozco a ese dios o a ese demonio, pero la bruja mientras más la dejábamos caer contra el potro, entre lamentos y lloriqueos acepto que pacto con sangre con esa identidad, la mujer está loca, habla de que Daemus es una identidad cósmica, un ser supremo, un dios, aseguro haber recibido favores de esa deidad misteriosa, nos ha dicho que tenía un libro con todo el material de sus brujerías, el hermano Felipe se ha ido por el a la casa Walter, la maldita bruja antes de perecer empezó a clamar a su dios, para después morir desangrada como las demás, mientras escribo esto he mandado a Andrés a recoger y limpiar el área y deshacerse de los cadáveres, mientras escribo esto sé que Andrés duda de nuestras acciones, pero por el momento es fiel a la orden, por el momento, ¿que ha sido eso, que es ese ruido?...”

Aquí termina la nota, cuento los cadáveres, son 3, uno de los potros esta vacío, salgo de allí, subo por las escaleras rápidamente, lo más prono que puedo, al salir casi me caigo de bruces, ¿es acaso esta otra iglesia?, hay mucha luz, los vitrales muestran imágenes sacras, pero ya no hay oscuridad, todo es gris, retrocedo, checo la puerta por la que subí, está cerrada, checo las demás, una de las habitaciones es un dormitorio, está muy bien arreglado, pero me perturba el maniquí de niño en la cama, tienes lágrimas de sangre en los ojos, alguien ha sido muy perverso, cierro la puerta, no sé qué fue eso, acabo de escuchar el lamento de un niño, proviene del dormitorio, no quiero volver a abrir esa puerta, no sé qué me depare, abro la tercera puerta, sentado detrás de su escritorio, permanece el padre, supongo que es el por su atuendo, este me sonríe, pero no es su sonrisa muy tranquilizadora que digamos...


domingo, 2 de junio de 2019

TRANQUILITY SHORE 2


02
No sé cuánto tiempo ha pasado, creo haberme quedado dormido, afuera parece de día, no lo sé, el celular no marca la fecha, cada vez que abro el calendario marca error y me saca de aplicación, tengo miedo, no me había dado cuenta, pero parece que estoy siendo rodeado por un aura oscura, obscena y diabólica, quisiera que solo fuesen mis nervios, pero ya lo vi, ese hombre del sombrero, me ha visto, parece que se ha ido, no puedo saberlo, la neblina no deja ver nada, espero que así sea, el teléfono celular suena, no ha tenido señal, ni wifi, ni datos y ahora entra una llamada, no sé si contestar, nada aparece en la pantalla, parece como si no existiese el número, como si hubiese salido de la nada, de ningún lugar, tengo miedo, pero a decir verdad no sé qué hacer, suspiro hondo y contestó la llamada, tengo miedo;
-¿bueno?
Pregunto esperando algo horrible del otro lado;
-amen, hasta que se me hace hablar con alguien.
Dijo una voz cálida, humana, parece un hombre sexagenario;
-hola, soy John Lionel Allen.
El hombre suspiró aliviado;
-bendito dios, soy el padre Joan Paul Pioneer, soy sacerdote de la iglesia católica de Tranquility Shore, algo a pasado, las calles están vacías, hay una neblina monstruosa.
me sorprendí;
-he visto a un hombre monstruoso, su cabeza explota y se abre en tentáculos.
El hombre guardó silencio, casi puedo escucharlo tragar saliva;
-yo no he visto  eso, yo vi unos enanos descarnados llenos de garras y dientes, se ha galopaban en la entrada, no les vi orejas, ni ojos, pero sabían dónde estaba yo, me encerré en la capilla, soy viejo y no creo tener muchas posibilidades.
El llanto de un niño se escuchó al otro lado de la línea;
-sé que suena intrépido, pero conozco donde hay armas de fuego, eso nos ayudaría, debes venir aquí.
Trague saliva;
-¿dónde te encuentras?
Pensé en decírselo;
-en el callejón viejo de Martin Street.
Dije al fin;
-no estás muy lejos de aquí, sal a la Howard Street, camina derecho, en plaza pública está el viejo quiosco, enfrente está la iglesia.
Lo pensé muy bien;
-¿cómo voy a superar a los enanos que dijo?
El padre guardó silencio unos segundos;
-guarda mi número, cuando estés cerca saldré y los distraeré por uno de los laterales, tendremos que ser rápidos para que no entren.
Pensé en aquello;
-está bien allí nos vemos.

vi la llamada ser colgada, el número ya era mostrado con el nombre de Padre Joan Paul, eso como si hubiese estado en la memoria todo el tiempo, trago saliva, aprieto los puños, lo decidí, iré en busca del padre, pero necesito un arma, pero no tengo ninguna, vaya americano, en mi mente recuerdo los estúpidos comerciales en la radio de las tiendas de armas, ahora yo soy el estúpido, busco en toda la casa un arma, solo encuentro un cuchillo de cocina, no me gusta y la verdad no pienso usarlo, lo dejo allí, pero detrás del lavabo, puedo verlo brillar, mi salvación, una buena arma, la vieja y confiable, un pedazo de tubería rota que jure un día tirar, lo tomo, tengo miedo, abro la puerta, no veo nada, miro el celular, tengo la maldita costumbre de ver siempre la hora, ahora no veo nada más que el fondo, me paro unos segundos a ver a mi alrededor, siento que dejo mi espacio seguro, mi hogar, mi recinto, pero no quiero estar aquí, tengo la sensación de que debo huir, de que algo muy malo está sucediendo, por lo que sin más hecho a correr, salgo por el patio de la casa, abro el cancel sin mirar atrás, sabiendo que dejó el lugar más seguro que existe.