Como todos los días en el trabajo,
limpiaba yo la cocina del restaurante Freshco, yo trabajaba en un
prestigioso hotel cinco diamantes, todo era una horrible rutina,
despertar, desayunar, ir al trabajo, comer, limpiar hasta terminar el
turno, todo era tan rutinario, hasta ese día que comenzó todo, uno
no sabe cuando empiezan las cosas, pero por lo general comienzan como
copos de nieve hasta volverse enormes bolas de nieve queriéndote
aplastar, mientras trabajaba, llamo mi atención la terrible cara de
terror que puso Isaias, un cocinero cuando se le ordeno quedarse a
terminar de guardar los productos alimenticios hasta las 11 de la
noche, trato de excusarse, pero el Cheff no se lo permitió, casi lo
amenazo para quedarse, el ayudante de Cheff tuvo que resignarse,
trabajo muy mal, de por si su desempeño era pobre pues aun era
practicante, ahora fue peor, paso la tarde, cayo la noche y cada uno
de los cheff se fue yendo, hasta quedarnos cinco, el Cheff, dos
cocineros A e Isaias, mas yo que limpiaba platos y cazuelas, no era
un trabajo agraciado, pero era trabajo, cuando una mujer sabe que
trabajas de eso de inmediato te dejan, crees que eres inferior, si
tan solo se dieran cuenta, que no hay inferiores o superiores, todos
somos cerdos revolcándonos en el mismo lodo, Isaias me mostró un
refresco de cola, botella de 600 ml, un tesoro, un lujo raro en un
hotel como ese, no teníamos permitido beber refrescos en áreas de
trabajo, esa presentación solo se vendía a huéspedes, le habría
costado conseguirla;
-amigo, quédate hasta que cierre el
local, para irnos juntos-
me ofreció la botella de refresco, yo
pensé unos segundos, pero de inmediato la tome y la escondí;
-¿tienes miedo a quedarte solo?-
cuestione;
-no es eso, son los otros, no lo
entenderías-
Isaias se puso a terminar los platillos
que tenia pendientes, yo proseguí mi trabajo monótono, los minutos
pasaban, el refresco se acabo y todo prosiguió normal, hasta que
dieron las nueve de la noche, entonces todos a limpiar y recoger, a
la media se fueron los cocineros y el Cheff, Isaias se puso a guardar
toda la comida, pasaron los minutos y como terrible suspenso Isaias
se ponía cada ves mas nervioso, mientras terminaba lo mio, lo
escuche decir;
-ellos reptan en la oscuridad-
lo ignore, pero en verdad sentía que
Isaias terminaría sufriendo un ataque de nervios, mientras
terminábamos el montacargas, un elevador industrial usado para subir
y bajar mercancías subió solo, esto puso los pelos de punta a
Isaias, cosa que no entendí, los elevadores siempre suelen activarse
por fallas de mecanismos o por humanos traviesos, pero ese
montacargas tenia que cerrarse la puerta desde afuera y por dentro
presionar el botón de bajada, muchas veces me vi con la mano
cerrando la puerta para bajar por este, mas tarde, a las 10:20 yo ya
había terminado de recoger basuras y acomodar cazuelas y platos,
Isaias seguía muy nervioso, yo observaba el reloj con atención;
-amigo, ¿has pensado que sentiría
estar condenado a muerte?-
lo observe con atención;
-no-
contesto secamente;
-¿que harías si estuvieras en esa
situación?-
lo pensé unos segundos;
-me suicidaría, no les dejaría tener
el gusto de matarme-
el se me quedo viendo como si hubiese
dicho algo en otro idioma, algo que no entendiese;
-venga que nos va a dejar la oruga-
le apresure, la oruga era un medio de
transporte dentro del hotel, una especie de metro que viajaba por los
distintos puntos del hotel, no era nada raro perderse, el siguio en
lo suyo, mientras pasaban los minutos el tipo ya llegaba al borde del
colapso nervioso, yo no queria lidiar con un loco esquizoide, simple
flojera, terminamos los dos y ya habían dado las 10:45;
-apúrate-
le dije, nos subimos al montacargas
para no usar las escaleras, descendimos al sótano, del techo o de
algún lugar arriba cayo un teléfono celular, no era muy grande,
tampoco muy llamativo, parecía Android, cámara, pantalla táctil,
nada raro, Isaias lo tomo;
-mira que suerte-
le dije, pero parecía haber recibido
la sentencia de muerte, una ves que bajamos del montacargas fuimos a
tomar la oruga, pero el no tenia prisa, cuando llegamos a la área de
espera no había nadie;
-ya se fue, mierda, tenemos que esperar
la que sigue-
el me miro con tristeza;
-no te das cuenta, no va a haber otra,
ya se acercan, reptando como los monstruos deformes que son-
yo le observe con cierto patetismo y
sorpresa;
-¿de que hablas?-
a la lejanía poco a poco se empezaban
a apagar las luces, por secciones, como si fuese intencionado;
-¡ya vienen!-
en cuestión de segundos, nos quedamos
en la oscuridad, suspire hondo;
-tranquilo, pronto se encenderán las
plantas de reserva amigo-
le dije a Isaias, pero ya no parecía
estar allí, la luz blanca del celular prendió, la pantalla estaba
encendida y mostraba una llamada entrante, recogí el celular y
prendí la luz, de xenón, irradiaba bastante luz, pero no la
suficiente para alumbrar aquellas galerías subterráneas;
-¡Isaias!-
grite, pero ya estaba yo solo, el
teléfono volvió a marcar la llamada, no mostraba el numero,
conteste, pero solo se escuchaba la operadora que había marcado el
numero equivocado, mientras aluzaba buscando a Isaias pensé que
medio hotel saldría a mi paso gritando sorpresa, pero no pasaba
nada, a los metros por el camino al restaurante se veía un bulto en
el suelo, me acerque a ver y observe un gorro de cheff, debía ser de
Isaias, camine con precaución, entonces me di un susto grande, el
celular había activado la radio, la canción era I dont Want To Set
The World On Fire, maldije al teléfono, al parecer estaba quebrado
algún transistor cambiado o que se yo, mientras avanzaba buscando a
Isaias llegue hasta las escaleras del restaurante, el montacargas se
encendió, subió para mi molestia, me dirigí a las escaleras pero
note un liquido rojo que llevaba al montacargas, me acerque para ver
que veia, pero el montacargas bajo solo, pero ese no podía ser el
montacargas, tenia la puerta corrediza, tenia mas botones y en ves de
números símbolos, tras el montacargas había el cuerpo de una
mujer, no tenia cabeza, las piernas y brazos atados como si fuese una
de esas imágenes de Bondage o Bdsm, pero la mujer abría y cerraba
las piernas, de su vagina salia la cuerda de acero del montacargas y
salia de su cuello, me gire, todo el lugar habia cambiado, las
paredes estaban demacradas, casi cayéndose, los aceros pulidos de
los muebles y anaqueles ahora eran horribles y oxidados muebles, el
olor a pútrido apestaba todo el lugar, en una pared leí;
El lector no debería estar leyendo
esto...
me dirigí a las
escaleras, pero estaban selladas con mesas, sillas, muebles de
cocina, fui al montacargas y decidí subir, subí a este y sin poder
quitar la mirada a la mujer subió solo a la cocina, al abrirse la
puerta note horrorizado lo que yacía allí, las mesas de cocina
habían sido cambiadas por mesas de tortura llenas de sangre, los
refrigeradores cambiados por jaulas de tamaño humano, el oxido y
horribles manchas de sangre, el área de lavado de platos y cazuelas
había cambiado por una mesa de disección y anaqueles con muestras
de tejidos, un par de ojos parecieron mirarme, un horrible grafiti
mas lo pude observar allí decía;
¡Lector destras de ti...!
sentí un golpe en
la nuca, mi cuerpo se sintió frágil, suave, flote pero caí y ya no
supe mas de mi...
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